Los vendedores ambulantes como parte de la sociedad han venido a través de la historia y por todo el mundo se ha rodado que los primeros comerciantes fueron vendedores ambulantes. Pero aun así las cosas han cambiado durante la civilización de los pueblos; los malos tratos de personas civiles con su buen cargo o empleadores y hasta las autoridades se han visto agrediendo verbal o físicamente a estos trabajadores, y si hay algo que molesta a muchas personas es tropezar en la calle con cientos de vendedores ambulantes que invaden el espacio público, además algo que conmueve a muchos, es ver a estos mismos vendedores huir de la policía que los persigue como a verdaderos criminales. Y es que respecto a los vendedores ambulantes, muchos ven un problema, otros, simplemente un drama social.
Las dos cosas son preocupantes. Por un lado muchos ven a gente estorbando en la calle, pero por otro lado se ven unos seres humanos atemorizados por la represión, tratando así de evitar que le decomisen todo su patrimonio y sus recursos para poder subsistir.
Para acabar con los vendedores ambulantes simplemente no es expulsándolos por la fuerza esto no es una solución razonable, el problema de fondo no es el vendedor, sino la imposibilidad de ganarse la vida de otra forma. Aquí lo que se está haciendo es atacando la victima del problema, no el problema como tal “el desempleo”, la pobreza y el hurto de miles y millones que se van directamente a la corrupción. Tal es el caso de Luz marina Trejos Zuluaga una mujer con 41 años de edad que sostiene sola a sus dos hijas menores con 14 y 7 años de edad y que en la plazoleta de Calarcá y por casi todos sus rincones desde su casa en el barrio Margarita Ormenza vende tinto, pintadito, aromáticas y milito caliente.
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